La ayuda de la Fundación Alter-Ciné nos dio piedra libre en el planteo artístico e ideológico, en los recursos narrativos y en el corte final de la película. La beca nos posibilitó comprar equipos para la posproducción del film sin los cuales jamás hubiéramos podido llevar a cabo un armado tan minucioso y artesanal del montaje. Un año entero, con un trabajo de 12 horas diarias en la sala de montaje, era imposible de desarrollar bajo el sistema convencional.

Hay dos elementos fundamentales que valoro en un ser humano o institución: la honestidad y la eficacia para alcanzar un objetivo. Y estas dos virtudes fueron con las que nos encontramos cuando conocimos la Fundación Alter-Ciné a través de esta valiosa beca. Pero hay algo que no tuve en cuenta y que fuimos encontrando después paso a paso en la Fundación Alter-Ciné: la palabra «Compañero» (palabra celosamente prohibida durante la dictadura pinochetista en Chile). Significa que en lo peor de la tormenta o al final de una cosecha exitosa, uno no está solo y uno alcanza el poder en esta unidad. Poder de construir, poder de denunciar, poder de pelear por la dignidad de nuestro pueblo. Poder de ser hombre, cámara, idea y obrero del cine a la vez.